La entrevista
Psicólogo. Escucha a
los adolescentes desde hace más de 30 años y acaba de editar '9 ideas clave.
Educar en la adolescencia', una especie de manual con pistas para afrontar esa
complicada edad en la que los chavales se preguntan quiénes son y qué pintan en
este mundo.
Jaume Funes: «Ser adolescente significa
ser feliz»
ÀNGELS GALLARDO
En una ocasión, Jaume Funes (Calatayud, Zaragoza, 1947) le preguntó a una
joven de 16 años qué era para ella un «consumo responsable» de marihuana, y la
chica le respondió: «Igual que cuando vas de marcha no te llevas los libros, al
ir a clase no te llevas los porros. Todo a su tiempo». Funes comprende el
pensamiento de los adolescentes porque se dedica a escucharlos, tanto a los
marginales como a los elitistas, o a los que no son ni una cosa ni otra. Dice
que así los entiende.
FRANCESC CASALS
Edición Impresa
Versión en .PDF
–¿Los adolescentes de ahora son distintos a los de hace 30 años?
–Es que hace 30 años no existía la adolescencia, salvo para unos pocos, los
que podían estudiar y aplazar varios años la asunción de responsabilidades.
Para la mayoría, tener 13 o 14 años significaba barrer cada día un taller
mecánico, estar en la cadena de montaje de una fábrica o cuidar a los hermanos
pequeños.
–Ahora sí que existe.
–La adolescencia es obligatoria desde hace casi 25 años. La sociedad ha
decidido que entre los 13 y los 18 años, el periodo en que una persona pasa de
niño a adulto, los individuos han de dedicarse a ser adolescentes. Son personas
con capacidad sexual y aptitudes para relacionarse, pero los adultos no saben
qué hacer con ellos y les han buscado un entretenimiento: ser adolescentes.
–¿Y qué significa eso?
–Significa ser feliz, divertirse, pasárselo bien, estudiar, soñar,
experimentar, descubrir mundos, afirmarse como individuos. Como no trabajan, no
son necesarios en el sistema productivo y, en consecuencia, se dedican a ser
adolescentes. Hace 30 años, barrían un taller y se convertían en adultos. No
tenían tiempo para historias, aunque, como ahora, tenían que averiguar quiénes
eran.
–¿Cómo lo averiguan los de ahora?
–A través de las redes sociales. Antes se miraban al espejo en busca de una
identidad, ahora cuelgan sus fotos en internet e intentan que los demás les
ayuden a responder a la pregunta de quién soy yo.
–¿Las redes les dan identidad?
–Les ayudan a ensayar identidades diversas. Antes solo tenían una. Ahora
pueden trocear varias, inventadas o no, igual que hacen los adultos. Como no se
aclaran, hacen probaturas: hoy voy de provocadora, mañana de Lolita, pasado
mañana me presento como estudiante modélica y empollona... Están muy confusos.
–Es una etapa de confusión.
–Por definición, es una época de malestar, de desencaje. De pronto, no se
sabe quién se es ni qué será. Disponen de cuatro años para aclararse. Sus tres
preguntas clave son: ¿quién demonios soy?, ¿qué haré con mi vida? y ¿qué pinto
yo en este mundo?
–Las cuestiones eternas.
–Eternas. Los quinceañeros de antes intentaban construir su identidad a
partir de su trabajo. Ahora están obligados a ir a clase, ser felices y
descubrirse a sí mismos a través del ocio. No son comparables, pero sus
problemas son los mismos, aunque desde hace decenios se dice que los
adolescentes cada vez son más violentos, agresivos e irresponsables.
–Usted no los ve así.
–Ellos no inventan nada. Aprovechan al máximo la sociedad de la
comunicación y la llevan al extremo.
–¿Los ve más maduros que antes?
–Tienen más capacidad para ser responsables, otra cosa es que les dejemos
serlo, o que les interese comportarse así. Tienen más formación, más
experiencia, más relaciones, han visto más mundo. Disponen de más potencial,
pero en una sociedad que solo acepta dos categorías –o niños o adultos– ellos
no encajan.
–No encajan.
–No. De ahí las contradicciones del Gobierno sobre los anticonceptivos de emergencia
o sobre el aborto. Una chica de 16 años puede decidir si se opera a corazón
abierto, pero no si es madre o no.
–No tener autonomía económica, ¿los hace ser algo irresponsables?
–Los hace ser un poco caraduras. Como no han de pagar nada, y si se lo
montan bien se lo pagan todo, se convierten en vividores, en el buen o mal
sentido de la palabra. Dependen felizmente de la economía adulta.
–¿Falla algo en todo esto?
–Los adultos han de aclararse. Tienen una enorme dificultad para entender
qué les pasa a sus hijos y existe una gran tensión entre ellos, sea cual sea su
nivel económico. En el trasfondo de esto está la frágil vinculación entre
padres e hijos.
–¿Frágil vinculación?
–Los motivos por los que se es padre son frágiles. Se tienen niños ikea. Mientras
son pequeños, son muy monos, pero cuando llegan a la adolescencia, aparecen
auténticos problemas, porque no han construido unos valores éticos entre ellos.
Son niños estéticamente queridos, pero no íntimamente deseados.
–¿Y qué sugiere?
–Yo haría una revisión profunda del motivo por el que las parejas tienen
hijos. Muchas veces, esa motivación tiene más que ver con insatisfacciones,
miedo a la soledad o modas sociales que con verdaderas construcciones éticas
sobre por qué yo decido traer una criatura al mundo, alguien que cambiará mi
vida.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada